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¿Por qué es importante que los niños jueguen al aire libre también en invierno?


Debido al cambio en nuestro estilo de vida, los niños pasan cada vez menos tiempo al aire libre y esto tiene un impacto negativo en su desarrollo. En las últimas décadas este tiempo se ha reducido en un 90%. A continuación te exponemos razones para poner a tus hijos en contacto con la naturaleza a pesar del frío.



Fortalece el sistema inmunológico


Los niños necesitan entrar en contacto con los microorganismos presentes en la naturaleza para entrenar a sus sistemas inmunes a reaccionar de manera apropiada. Hace treinta años se creía que era muy importante mantener a raya la suciedad para que los niños no se pusieran enfermos, sin embargo, ya en aquellos años, había estudios que ponían de manifiesto el aumento de las alergias y enfermedades autoinmunes como consecuencia de la poca exposición en la primera infancia a la suciedad ambiental. Estos estudios explican por qué la tasa de alergias es menor en niños que han crecido en ambientes poco asépticos como granjas.


Existe la creencia generalizada de que el contacto con el frío es peligroso para los niños ya que hace que se pongan enfermos. Esta creencia es, en parte equivocada ya que el frío, en sí mismo, no afecta de ninguna manera a nuestra salud (excepto en casos extremos como la hipotermia).


Los virus y bacterias responsables de las enfermedades respiratorias, otitis, amigdalitis y otras “itis” tan comunes en nuestros pequeños, no están más presentes en el clima frío, al contrario, algunos de ellos encuentran su hábitat más idóneo en el clima templado y húmedo. Sin embargo, es cierto que al descender la temperatura corporal del niño bajan sus defensas por lo que hay salir en invierno pero, siempre, bien abrigado.



En países nórdicos como Suecia, Noruega o Finlandia, donde las temperaturas son extremas, son sumamente respetuosos con la necesidad del niño de explorar la naturaleza y jugar en el exterior. Esta cualidad de la educación nórdica es una de las claves, según ellos mismos aseguran, de tener los sistemas educativos mejores del mundo.


Favorece un estilo de vida saludable


El juego al aire libre es el gimnasio de los niños. Está demostrado que las horas de juego en el exterior tiene un impacto en la salud física, en la prevención del sobrepeso, de la diabetes y de las enfermedades cardiovasculares igual de importante que la alimentación.


El juego en la calle cuando hace frío quema muchas calorías lo que aumenta su apetito y hace que los niños se muestren más dispuestos a comer alimentos nuevos o que no son de su preferencia.


La exposición a la luz ambiente y el ejercicio que hacen como consecuencia del juego en el exterior favorecen su descanso por la noche y les ayuda, cuando son muy pequeños, a regular los ritmos circadianos lo que implica que duerman más por la noche y menos por el día.




Evita la miopía


Se ha demostrado que con la reducción del tiempo al aire libre y, por tanto, la exposición a la luz natural ha aumentado significativamente la cantidad de niños con miopía. A pesar de que este problema visual también está determinado genéticamente, el ambiente juega un papel muy importante. Como método de prevención los especialistas en óptica recomiendan que los niños pasen, al menos, tres horas al día al aire libre.

En invierno con la reducción de las horas de luz hay que intentar aprovechar para salir cuando aún es de día.


Es fundamental para el desarrollo adecuado del sistema nervioso


El sistema nervioso motor es dominante otros sistemas como el sensorial o el emocional y una gran cantidad de la superficie de nuestra corteza cerebral está dedicada al control motor, así como otras estructuras relacionadas con el movimiento planificado como el cerebelo o con el equilibrio como el sistema vestibular. Esto se debe a que es fundamental para la supervivencia ya que se relaciona con nuestra capacidad de alejarnos del peligro (como depredadores) y nuestra capacidad de reproducción.


Durante el desarrollo en la infancia nuestros movimientos se vuelven cada vez más complejos y esto implica que se aprenda a manejar otros subsistemas como como el sensorial, el cognitivo o el emocional.


El sistema motor se desarrolla en la infancia mediante el juego. El juego al aire libre, con poca restricción de movimiento, es la vía natural para alcanzar la madurez neurológica a nivel motor que sienta las bases para el desarrollo adecuado de otras áreas. Además, la experimentación con elementos naturales que, no son estáticos si no que son cambiantes (la arena, las hojas, las ramas, los palos, las algas, el agua, la lluvia….), estimula las áreas cognitiva y sensorial…


Les ayuda a una mejor comprensión del mundo


Mediante el juego al aire libre el niño aprende sobre los ciclos. Aprende las características distintivas de las estaciones, del clima, de las horas del día, las mareas, los ciclos lunares…


Manipula objetos diversos que le permiten entender como su acción provoca una reacción en el mundo que le rodean y favorece el aprendizaje asociativo entre estímulo y respuesta.


En ocasiones, intentamos explicar a los niños de manera verbal situaciones que necesitan experimentar para poder aprender, por ejemplo, les decimos “no toques el rosal que pincha”. Un buen número de niños necesitará pincharse para establecer ese aprendizaje de manera correcta y ser más receptivo a este tipo de advertencias.


Aprenden a relacionarse con otros niños


Con las nuevas formas de interacción derivadas del uso de la tecnología y el poco tiempo que disponemos para el juego libre con otros niños, hemos detectado un aumento muy significativo de problemas emocionales en la infancia derivados de una ineficacia social.


Nuestros hijos pasan cada vez más tiempo frente a pantallas, al igual que nosotros y cada vez tienen menos oportunidades de observar y de practicar interacciones sociales.


Durante la infancia se empiezan a notar las consecuencias del déficit en habilidades sociales; observamos que nos disponen de las habilidades para establecer contacto con otras personas como saludar, mirar a la cara, reconocer lo que está sintiendo otra persona, esperar turnos, participar en juegos, pedir un favor….




Las habilidades sociales son aquellas que nos permiten relacionarnos de manera adecuada con otras personas y se aprenden mediante aprendizaje vicario, es decir, por observación y luego imitación.


Si nosotros no tenemos buenas habilidades sociales, somos tímidos, retraídos o poco asertivos es muy posible que nuestro hijo tenga estas mismas carencias. Si tenemos buenas habilidades sociales pero nuestro hijo no tiene oportunidad de vernos “en acción”, es probable que no las aprenda. Por eso, cuando animamos a nuestros hijos a que se acerquen a otros niños en el parque, es importante que nos vean hacer lo mismo a nosotros: acercarnos a los otros padres, mirarles, sonreír, saludar…. Si nosotros nos mostramos tímidos ellos también lo harán, si nosotros nos sentamos directamente en un banco a mirar el móvil, nuestros hijos no tendrán un modelo adecuado, en ese momento, para un aprendizaje tan importante.


El aprendizaje por imitación también tiene lugar entre iguales. Los niños pueden (y de hecho lo hacen muy a menudo) aprender conductas sociales de otros niños. Si nosotros fomentamos el contacto con otros niños, nuestro hijo, dispondrá de más modelos. Muchas habilidades sociales como participar en juego, ponerse de acuerdo, esperar turnos, compartir… se aprenden el durante el juego con otros niños.


En la adolescencia, la figura de referencia pasa de los padres a los amigos, si nuestro hijo no ha tenido buenas oportunidades para aprender a relacionarse durante la infancia, en la adolescencia carecerá de un grupo de amigos y de habilidades para unirse o crear un grupo por lo que el malestar emocional estará casi garantizado.


Son más felices


Está demostrado que las exposición a las horas de luz está relacionada con nuestro estado de ánimo, por eso es en primavera y verano tendemos a estar más animados. Se cree que este fenómeno, junto con el aislamiento, es el responsable de la mayor tasa de suicidios en los países del norte de Europa. Con la disminución de horas de luz aumentan la sensaciones de calma y tranquilidad pero también las de melancolía y tristeza.


La luz artificial no sustituye a la luz natural en cuanto a los cambios bioquímicos que se producen en nuestro cuerpo como consecuencia de la exposición a la luz solar, por ejemplo, la producción de melatonina que está relacionada con los ritmos de sueño y vigilia. Por eso es tan importante exponer a los niños a la luz del sol, sobretodo, en invierno.


Además sabemos que la actividad física también se relaciona con el bienestar emocional y esta relación es particularmente fuerte en los niños. Por eso es común que cuando están mucho tiempo en casa se muestren más volubles y ansiosos y sus rabietas sean más frecuentes, así como los juegos “inadecuados” para dentro de casa o el mal uso de los objetos y el mobiliario.


Sabemos que hace frío y que se está muy calentito en casa pero desde TCO os animamos aprovechar las horas de luz y a disfrutar del invierno cuando hace bueno y también cuando hace viento, frío, nieve o lluvia. No os olvidéis de salir bien abrigados y equipados con guantes, gorros, botas y paraguas cuando sea necesario.

Os recordamos que en www.tuconsultaonline.info tenéis a vuestra disposición nuestros servicios de psicología y coaching con especialistas para cada área.

¡No olvides reservar tu sesión de orientación para padres!

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