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Cómo expresan las Emociones los Niños. 9 Consejos para que Tus Hijos sean Expertos Emocionales

Un adulto maduro emocionalmente es capaz de identificar sus emociones ponerles un nombre y expresarlas a otras personas mediante palabras.


Paul Ekman, el psicólogo más famoso en el estudio de las emociones, descubrió a través de un estudio realizado con personas de distintas culturas que, aunque hay muchas etiquetas para describir lo que sentimos, las emociones básicas, las "primitivas" en nuestro cerebro son solo 6: IRA, ASCO, MIEDO, ALEGRÍA, TRISTEZA Y SORPRESA.



Las emociones tienen un origen muy antiguo desde el punto de vista del desarrollo del cerebro. Sabemos que la parte del cerebro que se ocupa de los emociones está situada en el cerebro límbico. Esta parte del cerebro está por debajo de la corteza. El cerebro se fue desarrollando de dentro hacia fuera en nuestros ancestros evolutivos, de tal manera que las estructuras que están más "dentro" son las más antiguas.


Por tanto, las de muy dentro se ocupan de funciones muy básicas como el latido del corazón, la respiración, la digestión.... o el equilibrio, la intuición (esta parte del cerebro se considera tan antigua que se cree que su origen está en los reptiles por lo que se llama cerebro reptiliano). Las estructuras que están "encima" del cerebro reptiliano son algo más modernas en el desarrollo de la especie, pero aun son muy antiguas genéticamente hablando y son las que se ocupan de las emociones.


Las emociones tienen mucho que ver con nuestra supervivencia y con la evolución de nuestra especie y tienen un fundamento genético. El asco nos protege de infecciones, la ira nos prepara para defendernos de depredadores, el miedo nos prepara para la huida, la sorpresa nos hace curiosos para el aprendizaje, la tristeza nos ayuda a refugiarnos cuando somos vulnerables y la alegría nos empuja a la acción. Todas estas funciones (aunque son más) nos han llevado a ser lo que somos como especie hoy en día.


Sin embargo, aunque las emociones tienen un fundamento que es, claramente genético, su expresión es social y la familia es el entorno que sirve como modelo al niño para identificar y expresar adecuadamente sus emociones.

Las emociones pueden ser muy complejas, pueden ser una mezcla de sensaciones difíciles de explicar, porque aunque, como señala Ekman, las emociones básicas son seis solo combinando esas 6 podemos sentir 46656 cosas diferentes.


Hoy sabemos también que lo que nos hace sentir de una u otra manera no es tanto lo que nos pasa si no lo que pensamos sobre lo que nos pasa, y una vez que entra en juego la parte más compleja y moderna de nuestro cerebro, la corteza, y se pone en marcha todo el mecanismo de recuerdos, asociaciones, conocimientos...etcétera, las emociones que podemos sentir son infinitas y por tanto pensar que otras personas pueden "adivinar" lo que sentimos es uno de los errores más frecuentes a la hora de relacionarnos con los demás.



El arte puede ser una de las vías más complejas de expresión emocional, la literatura, la pintura, la música o el cine son la muestra de la complejidad de lo que podemos sentir o transmitir.


Hay personas que tienen dificultades para "traducir" la emoción en pensamientos y palabras. Incluso, para aquellas personas que han aprendido durante su desarrollo a identificar y expresar adecuadamente sus emociones pueden tener dificultades para entender y explicar lo que les pasa en un momento determinado.


Por eso es tan importante enseñar a los niños a entender sus sensaciones, conocer qué reacciones del cuerpo se asocian con cada emoción y proporcionar un entorno rico en vocabulario emocional.

Una de las partes más importantes de la gestión de emociones que se asocia con el éxito y el bienestar social e individual es la expresión adecuada de las emociones. Cuando esto ocurre y un "buen explicador" de emociones es escuchado y respondido por un "buen entendedor" se produce una sensación de desahogo y de alivio que ayuda mucho al proceso emocional y fortalece la relación y el vínculo entre las personas en las que se ha dado dicha comunicación. Por tanto la expresión de emociones no solo nos ayuda a una convivencia armoniosa con los demás si no que nos ayuda a establecer vínculos afectivos y relaciones significativas con los demás.


Cuando una persona es capaz de establecer lazos afectivos fuertes y significativos está protegida psicológicamente, socialmente e incluso, desde el punto de vista de su salud física.


Las rabietas, los golpes, tirar cosas, los mal llamados berrinches, la agresividad así como algunos dolores de tripa "sospechosos" u otros síntomas físicos, pueden ser una manera primitiva de expresión de emociones en los niños.

Conforme pasa el tiempo y el niño crece la misma conducta va adquiriendo un nivel de gravedad y de "desaprobación social" mayor. No es lo mismo morder a otra persona con año y medio que con seis años que con diecisiete. Entendemos que las personas van ganando habilidades que les permiten identificar, expresar y lidiar mejor con sus emociones. Y, aunque en líneas generales las personas van madurando emocionalmente de manera "espontánea" también es cierto que hacemos poco énfasis en su enseñanza y que consideramos que es algo que se aprende sin más.



Hace relativamente poco, se han incorporado objetivos de educación emocional en la enseñanza institucional, ósea en el cole o en la guardería y aunque hay modelos educativos que tienen más en cuenta la educación emocional, aun es un tema sobre el que se pasa un poco de puntillas. Pero el colegio no es el mejor contexto para este tipo de aprendizaje, como ocurre con la mayoría de los aprendizajes de tipo social, el mejor contexto es la familia.


Para que nuestro hijo sea un "experto" emocional debe tener dos cualidades que se pueden enseñar:

  • La primera que sepa identificar y expresar sus propias emociones.

  • La segunda, que sepa entender las emociones de los demás, escucharles y hacer que se sientan comprendidos


¿Cómo podemos enseñar a nuestros hijos a ser expertos emocionales?



1. Aprovecha cada situación

Cada vez que nuestro hijo siente una emoción y nos lo muestra a través de su conducta (ya sea de manera adecuada o de manera disruptiva) tenemos la oportunidad de trabajar en su desarrollo emocional. Es muy frecuente que los adultos nos sintamos abrumados e irritados por la intensidad de la expresión emocional de nuestros hijos. Si nos quedamos "enganchados" en nuestra propia emoción y nos alteramos intentando que la situación acabe cuanto antes, estamos desaprovechando una oportunidad de aprendizaje.


2. Mantén la calma

Nuestra manera de reaccionar ante las emociones de los demás es un indicador de nuestra propia madurez emocional. Nuestro hijo no puede aprender de nosotros a traducir su IRA en PALABRAS si nosotros traducimos nuestra IRA en gritos y malos gestos. Además, cuando gritamos o hacemos aspavientos, lo normal es que el niño se asuste y un cerebro con miedo no aprende, no es curioso, solo prepara a la persona para huir o escapar.


3. Sé el mejor ejemplo


Como ya habrás deducido del punto anterior, nosotros, los padres somos la mejor herramienta de enseñanza de la gestión emocional. Lo que hacemos nosotros el niño lo observa y lo repite. Si un padre pega a hijo porque le ha desobedecido varias veces y eso le hecho sentir frustrado, es fácil que el niño pegue cuando está jugando con otros niños y se sienta frustrado porque no se hace lo que él quiere.


La manera en que nosotros enseñamos a expresar las emociones y nuestros hijos lo aprenden es el ejemplo, lo que nosotros hacemos es lo que ellos repiten.


Es muy común que un padre que cree que enseña disciplina, límites y autorregulación, lo que realmente trasmite es un ejemplo muy pobre en reconocimiento, manejo y expresión de emociones.


4. Expresa tus propias emociones

Hemos heredado un modelo educativo un poco rancio, desde mi punto de vista, en el que parece que debemos ocultar las emociones a nuestros hijos para no hacerles sufrir. Tendemos a ocultar, sobre todo la tristeza. Algunas personas lo hacen por proteger al niño, otras por ocultar su vulnerabilidad, otras por cuestiones de pudor o vergüenza. La tristeza es una de las emociones que mejor se resuelve mediante su expresión a otras personas, sintiendo su apoyo, su presencia, su compañía su compresión y su empatía.

Si te sientes triste no tengas miedo de que tus hijos te vean llorar, ni de explicar qué te hizo sentir así. Recibe sus abrazos y muestras de cariño como consuelo y déjales que acompañen tu dolor. Eso les enseñará a expresar tristeza y a recibir consuelo cuando ellos lo necesiten.

Ojo en esta categoría no entra el chantaje emocional, no vale "voy a trasmitir a mi hijo lo desolada que me hace sentir que no recoja su cuarto a ver si empatiza con mis lágrimas y recoge...". El chantaje emocional es una forma de manipulación, no una vía adecuada de expresión y manejo de emociones.


5. Escucha sin juzgar

Cuando tus hijos te expliquen lo que sienten escúchales atentamente, que ellos sientan que son escuchados y no intentes corregir su sentimientos ni juzgarlos. Si detectas algo que te gustaría modificar en la interpretación que tu hijo hace de la situación puedes hacerlo más tarde, cuando se haya calmado. En el momento inicial limítate a ofrecer tu atención y comprensión y a incentivar que siga comunicando sus emociones.


Un truco muy útil que hace que el niño se sienta comprendido es reformular lo que te ha dicho con otras palabras "me doy cuenta de que te has sentido muy enfadado cuando te han quitado el juguete".

Si tu hijo ha actuado impulsivamente y ha cometido un error por un mal manejo de sus emociones (por ejemplo, ha pegado) le puedes ayudar a pensar en una manera de arreglarlo (normalmente será pedir disculpas) y otras formas en las que podía haber actuado una vez que la explosión emocional ha pasado y el niño está tranquilo y receptivo.


6. Enriquece su vocabulario emocional

Cuando hablamos, cuando vemos películas, leemos cuentos, nos relacionamos con otras personas, siempre están presente de una u otra manera las emociones. Usa palabras concretas para expresar tus emociones y para describir las de los demás. No tengas miedo de resultar pedante o rebuscado. Eso se pulirá con el tiempo, cuanto más extenso sea su vocabulario emocional mejor podrá encontrar las palabras justas cuando necesite expresar lo que siente.


7. Favorece otras vías de expresión

Las palabras no son la única vía de expresar emociones, hay otras formas como escribir, dibujar, tocar algún instrumento, cantar... que son vías adecuadas de expresión emocional que además fomentan la creatividad y la expresión artística.


8. Enséñales trucos de autocontrol

  • Cruzar los brazos cuando están enfadados eso ayudará a prevenir que se les escape un golpe.

  • Respirar profundo ayudará a tranquilizarse un poco antes de empezar a hablar.

  • Alejarse cuando ven que les está costando controlarse les puede ayudar a prevenir problemas.

  • Buscar a alguien con quien hablar les puede ayudar a desahogarse.

  • Cambiar los pensamientos (como cambiar la peli de tu cabeza) puede ser una estrategia muy eficaz para controlar el miedo o los nervios.

9. Enseña Empatía

Una de las claves para poder entender a otras personas cuando se acercan a nostros en busca de comprensión o consuelo es saber ponernos en su lugar. Esta cualidad que se puede aprender es muy importante para movernos como pez en el agua en un contexto emocional sin sentirnos incómodos o sin saber qué contestar.


Aprovecha las situaciones de la vida cotidiana así como las tramas de películas, historias o cuentos para enseñar a tus hijos a ponerse en el lugar de los demás, a entender sus emociones y sus reacciones.

Por último, hay que tener en cuenta que los niños no expresan las emociones como lo hacemos los adultos por los que en contextos que pueden generar emociones negativas nos podemos encontrar con signos de alarma que hay que saber leer.

La agresividad, los síntomas somáticos como el dolor de tripa o de cabeza, una excesiva irritabilidad pueden ser la expresión de emociones en contextos de problemas familiares, situaciones de pérdida como una muerte en la familia, la separación de los padres, problemas sociales como acoso escolar, situaciones de abuso sexual o una adicción (en el caso de los niños puede ser por ejemplo irritabilidad ante una adicción a los videojuegos).


Cuando esto ocurre es particularmente importante crear un clima de confianza en el que el niño nos pueda explicar lo que le pasa para poder acompañarle cuando el problema no tiene solución o intervenir cuando el problema si la tiene y así lo requiere.


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