top of page

Siempre alerta, siempre cansada: la era del ruido constante y la ansiedad silenciosa


2025-1 La Era de la Ansiedad y la Desconexión1


Te despiertas y lo primero que haces es mirar el móvil. Antes de poner un pie en el suelo, ya has revisado WhatsApp, visto dos noticias que te ponen nerviosa y te han salido tres vídeos en redes que ni buscaste, pero ya te has entretenido con ellos y eso antes de empezar el día.

Sales de casa y, aunque vas con prisa, sigues con el móvil en la mano. Noticias, notificaciones, mensajes, un vídeo gracioso de gatetes... y luego otro que te deja con un nudo en el estómago.

Por la noche, te sientas en el sofá después de un día en el que has estado conectada a todo y, aun así, te sientes desconectada. Como si tu cabeza no pudiera parar, pero al mismo tiempo, nada terminara de llenarte.

Si te pasa esto, no es casualidad ni un fallo tuyo. Es el resultado de vivir en un entorno diseñado para sobreestimularte, hacerte sentir que nunca llegas a todo y mantenerte en un estado constante de alerta.

Vamos a ver por qué pasa, cómo afecta a tu bienestar y qué puedes hacer para empezar a recuperar la calma en medio de tanto ruido.

Siempre alerta, siempre cansada: la era del ruido constante y la ansiedad silenciosa

1. Demasiada información, demasiado rápido


Cada vez que tu móvil vibra, tu cerebro reacciona tiene un mini chute de adrenalina. Es automático. Un mensaje, una notificación, un correo. Y aunque el 90% de las veces no es nada urgente, tu sistema nervioso se activa como si lo fuera.


Ahora imagina esto repetido cientos de veces al día. Con el tiempo hace que vivas en un estado de tensión constante. Como si siempre estuvieras esperando que pase algo, aunque no sepas qué.


¿Te ha pasado alguna vez que, cuando intentas relajarte, no puedes? Estás cansada, pero tu cabeza sigue a mil. Tu cuerpo necesita descansar, pero tu cerebro no sabe cómo parar.

Eso no es porque "pienses demasiado" o porque "seas así". Es porque tu sistema nervioso no ha tenido un solo momento de calma en todo el día.


La trampa de “saber mucho” pero no avanzar


Si te pasas el día leyendo sobre salud mental, viendo vídeos de crecimiento personal, guardando posts sobre cómo poner límites… pero luego no aplicas nada de eso, tranquila, no eres la única.


¿Por qué? Porque consumir información no es lo mismo que procesarla y aplicarla.


Sabes que deberías cuidarte más, que necesitas descansar, que tienes que dejar de procrastinar. Pero cuando llega el momento de hacerlo, te paralizas.


Y no porque no quieras cambiar, sino porque tu cerebro está tan saturado que no puede convertir toda esa información en acción.


Es como si estuvieras acumulando herramientas en una caja, pero nunca sacaras ninguna para usarlas.


La sensación de que nunca llegas a todo


Siempre hay algo más que ver, algo más que aprender, algo más que mejorar.


  • Si desconectas, sientes que te pierdes algo importante.

  • Si no estás al día, parece que te quedas atrás.


Eso no es bueno pero siempre nos han enseñado a estar disponibles, siempre productivas, siempre informadas. Lo único que ahora tenemos toda la información a un click.


Pero el problema es que esta urgencia no es natural. Es una sensación creada por la sobrecarga de información.


  • ¿Te ha pasado que abres X o Instagram para ver algo rápido y, sin darte cuenta, han pasado 40 minutos?

  • ¿Y encima te has quedado con peor humor que antes?


Es porque tu atención no es infinita. Y cuando la repartes entre mil cosas a la vez, te quedas con la sensación de que no has avanzado en nada.



2. La crispación y la polarización: el ruido que te drena sin que te des cuenta


Si antes la norma era evitar hablar de política o temas polémicos en la mesa, ahora Internet ha convertido todo en un debate constante.


Da igual lo que digas o lo que hagas. Si mencionas que te gusta un actor, alguien vendrá a decirte que es una mierda. Si compartes una noticia, alguien te dirá que es falsa. Si das tu opinión sobre cualquier cosa, alguien aparecerá a corregirte, ridiculizarte o directamente atacarte.


Y si no participas en la discusión, sientes que te estás quedando fuera.


Así que abres redes y ahí está: peleas en los comentarios, insultos, gente enfadada por absolutamente todo. Te dices que no vas a entrar en el juego… pero cinco minutos después, ya estás discutiendo con un desconocido sobre un tema que ni siquiera te importaba hace un rato.


Pero, ¿por qué pasa esto?


Internet te hace sentir que tu opinión es urgente y necesaria


Antes, cuando veías algo con lo que no estabas de acuerdo, lo hablabas en persona o simplemente lo ignorabas.


Ahora, si ves algo que te molesta, tienes la posibilidad de responder al instante. Y no solo la posibilidad, sino la sensación de que tienes que hacerlo. Es casi un reflejo. Estás scrolleando, ves un comentario absurdo y sin darte cuenta, ya tienes las palabras en la punta de los dedos, listas para ser enviadas.


Tu cuerpo se activa. Un leve aumento en el ritmo cardíaco, una pequeña tensión en los músculos y allá vas. Es automático.


Pero cuando finalmente comentas y cierras la aplicación, ¿Sientes alivio? Nooo, sientes más ansiedad. Porque ahora estás esperando respuestas, notificaciones, validación o más pelea.


Y en menos de diez minutos, pasaste de estar tranquila a estar drenada emocionalmente por algo que, en el fondo, te da igual!


Los algoritmos están diseñados para cabrearte. Si, como lo oyes


Las redes no te enseñan lo que te calma, te enseñan lo que te engancha.

Si algo te indigna, te lo van a mostrar los mismo o contenido parecido.


Porque los algoritmos saben que, cuanto más reaccionas, más tiempo pasas en la pantalla. 


Abres Instagram o Tik Tok en un estado normal, te sientes bien. Ves un post que te molesta, lo abres, lees los comentarios, te enfadas. Luego te sale otra publicación similar, y otra… y otra.


Al cabo de 20 minutos, tu humor ha cambiado por completo.


Ahora te sientes más irritable, más negativa, con la sensación de que el mundo es un lugar horrible y de que la gente es insoportable.


Pero ¿ha cambiado realmente el mundo en esos 20 minutos? ¿O simplemente tus gafas para verlo?


Esto no significa que no puedas opinar, debatir o informarte. Pero sí significa que necesitas ser consciente de cuándo te estás enganchando en un ciclo de negatividad que no te está aportando nada.


A veces, lo más inteligente no es ganar una discusión, sino decidir que no vale la pena gastar energía en ella.


¿Por qué te sientes desconectada de los demás?

3. ¿Por qué te sientes desconectada de los demás?


Estás agotada emocionalmente


Llega la noche y una amiga te manda un audio largo, tu pareja quiere hablar de su día, tu madre te llama. Y aunque sabes que esa conversación es importante, aunque realmente quieres estar presente, te das cuenta de que no tienes energía para responder.


No es que no te importe. Es que estás agotada emocionalmente.


Tu cabeza ha estado recibiendo información todo el día y ahora, cuando podrías conectar con alguien en la vida real, simplemente no puedes.


No es raro que después de un día entero enganchada al móvil, revisando redes y saltando de un tema a otro, llegues a casa sintiendo que no te queda nada que dar.


La comparación destructiva


Pasa algo parecido con la forma en la que te comparas con los demás. Antes, te comparabas con personas cercanas: compañeras de trabajo, amigas, conocidas. Ahora, te comparas con miles de personas al mismo tiempo.


Un día cualquiera te levantas sintiéndote guapa abres Instagram y ves a alguien con un físico que de repente hace que el tuyo ya no te parezca suficiente. O alguien que parece estar logrando cosas increíbles, mientras tú sigues en la misma rutina cada día.


Tu vida, que hace media hora te gustaba, de repente parece que no está a la altura. Te desconectas del presente porque, sin darte cuenta, empiezas a medir cada parte de tu vida con una vara que no es real.


Y eso afecta la forma en la que te relacionas. Porque cuando estás con tu pareja, con tus amigos o con tu familia, en lugar de disfrutar del momento, una parte de tu cabeza sigue preguntándose si deberías estar haciendo más, logrando más, siendo más.


Nos hemos acostumbrado a lo inmediato


El otro gran problema es que nos hemos acostumbrado a lo inmediato. Antes, si querías aprender algo, tenías que investigar. Si querías ver una serie, esperar a que saliera el capítulo siguiente. Si querías hablar con alguien, llamar por teléfono o quedar en persona.


Ahora, en cuanto tienes una duda, buscas la respuesta en Google. En cuanto te aburres, abres TikTok. En cuanto alguien tarda en contestarte, sientes la urgencia de enviar otro mensaje.


Tu cerebro se ha acostumbrado a recibir respuestas inmediatas.


Y el problema es que las relaciones humanas no funcionan así. Requieren más tiempo y paciencia. y tu notas que cada vez te cuesta más estar presente en una charla sin revisar el móvil cada pocos minutos. Te cuesta escuchar sin interrumpir. Te cuesta conectar sin distraerte.


Es como si, poco a poco, hubieras perdido la capacidad de simplemente estar con alguien sin sentir que deberías estar en otro sitio, haciendo otra cosa.


Y todo esto no solo te desconecta de los demás. También te desconecta de ti.


Porque cuando pasas tanto tiempo recibiendo información externa, dejas de escuchar lo que realmente sientes y necesitas. Dejas de identificar qué te pasa, qué te gusta, qué te incomoda. Tu cabeza está tan ocupada con todo lo que entra de fuera, que no deja espacio para lo que pasa dentro.


4. ¿Cómo empezar a cambiar esto?


Después de todo lo que hemos hablado, es posible que pienses: vale, lo entiendo, pero ¿qué hago con esto?


Y aquí es donde quiero dejar algo claro: esto no se soluciona dejando las redes, apagando el móvil o yéndote a vivir al bosque. No se trata de eliminar la tecnología de tu vida.


Se trata de recuperar el control de cómo y cuánto consumes.


Porque ahora mismo, tu relación con la tecnología no es del todo consciente. Usas el móvil en cuanto tienes un segundo libre. Abres redes sin pensarlo. Te metes en una discusión sin darte cuenta. Consumes información sin preguntarte si realmente te aporta algo.


Y lo que quiero que hagas es justo lo contrario: empezar a usar la tecnología con intención.


Que cuando entres en redes, lo hagas porque realmente quieres hacerlo, no solo porque tu dedo ya tiene memorizado el gesto de abrir la app sin pensar.


Que cuando leas una noticia, lo hagas porque te interesa, no porque un algoritmo ha decidido que necesitas indignarte con algo hoy.


Que cuando consumas información, lo hagas con la idea de integrarla y aplicarla, no solo de acumular más datos en tu cabeza.


No se trata de huir de la tecnología, se trata de que no te consuma a ti.


Un ejercicio rápido para empezar


Vamos a hacer una prueba. Algo simple, pero que te va a dar más información sobre tu relación con la tecnología de lo que crees.


Un minuto de pausa

  1. Apaga el móvil un minuto.

  2. Siéntate y respira.

  3. Observa qué pasa en tu cabeza: ¿Te sientes incómoda? ¿Notas la urgencia de hacer algo? ¿Tu mano va sola hacia el móvil sin que te des cuenta?

  4. Anótalo.


Parece una tontería, pero te aseguro que cuando paras y observas, te das cuenta de muchas cosas.


Porque si un minuto sin estímulos te resulta incómodo, es una señal de que lo necesitas más de lo que crees.


Si te das cuenta de que tu primera reacción es abrir el móvil sin motivo, es porque tu cerebro ha automatizado esa acción. Ya no eres tú quien decide, es un reflejo.


Y si un simple minuto te hace sentir ansiosa o inquieta, imagina lo que ha estado pasando en tu mente después de meses, incluso años, de estímulos constantes sin descanso.


Por eso, antes de plantearte hacer cambios grandes, empieza con esto. Un minuto. Solo un minuto de pausa al día para notar qué pasa en tu cabeza cuando el ruido se detiene.


5. La clave: usar la tecnología con intención, no por inercia


Porque al final, esto no va de demonizar las redes.


  • No se trata de aislarte.

  • No se trata de dejar de usar el móvil.

  • No se trata de renunciar a la tecnología.


Se trata de elegir a qué le das tu atención y energía.


Porque si no lo eliges tú, alguien más lo está eligiendo por ti.


Si nunca te preguntas ¿esto realmente quiero verlo?, ¿esto me está aportando algo?, ¿esto me está haciendo sentir bien?, entonces estás consumiendo contenido de forma pasiva, sin filtro, sin decisión.


Y eso es lo que quiero que empieces a cambiar.


No se trata de usar menos el móvil, sino de usarlo de una forma que no te haga sentir drenada.


 

Si todo esto te suena y sientes que la sobrecarga de información, la ansiedad y la sensación de agotamiento te están afectando, podemos ayudarte a gestionarlo.


Y si sientes que todo esto te supera y necesitas ayuda para sentirte mejor, agenda una sesión con nuestro equipo AQUÍ


Vamos a hacer que tu mente descanse un poco. ¿Te parece? 💙


Comments


bottom of page