Vamos a partir de la base de que discutir es incómodo si, para todo el mundo.
Ya sea discutir con tu pareja, tu madre o tu mejor amiga porque cada discusión puede ser como una montaña rusa emocional. Y más si viene provocada por una explosión después de haberse callado las cosas mucho tiempo.
A veces, pierdes los papeles y terminas gritando cosas que no querías decir. Otras, te callas y aguantas hasta que explotas en el peor momento. O sientes que a pesar de decir lo que querías decir, las formas no han sido las mejores y la otra persona se ha puesto a la defensiva en vez de escucharte.
Después te quedas con esa mezcla de rabia, culpa y tristeza que te persigue durante horas, a veces días.
Y lo peor de todo: que nada cambia.
Que las cosas siguen igual y que dentro de unos días, semanas o meses vuelve a surgir la misma discusión.
Muchas personas piensan que discutir es algo negativo. Que si la relación va bien nunca se discute y eso es un error. Pero ¿sabes qué? que una relación sin discusiones no es perfecta, es peligrosa.
Discutir es sano y necesario en cualquier relación. Las parejas que más años duran (siendo felices claro) son aquellas que han aprendido a poner encima de la mesa todo lo que les molesta y han sabido negociar e ir acoplándose el uno al otro.
Discutir puede ser algo positivo, siempre y cuando lo hagas bien.
Las discusiones, cuando se gestionan de manera saludable, pueden ayudarte a:
Conocer mejor a la otra persona.
Ajustar expectativas en la relación.
Evitar que pequeños roces se conviertan en conflictos enormes.
Fortalecer la relación.
Pero cuando no dices lo que te molesta por miedo a discutir vas acumulas resentimiento. Y cuando todo se guarda bajo la alfombra, esa falsa calma termina estallando por la chorrada más insignificante.
Por eso, aprender a discutir bien es clave para que una relación funcione a largo plazo.
Y sí, he dicho aprender porque oh sorpresa, esta es una habilidad que tampoco nos han enseñado nunca así que paciencia.
Poco a poco y con práctica puedes aprender a hacerlo. Sin gritar, sin callarte lo que te duele y sin que el conflicto acabe alejándote de la otra persona.
¿Vemos cómo se hace paso a paso? Te voy a explicar los 5 puntos que considero fundamentales para comenzar en este camino de discutir sanamente. vamos allá:

1. Deja de huir del conflicto (ni lo evites, ni lo infles)
Muchas veces pensamos que lo mejor para evitar problemas es callarse. No decir nada, dejar pasar las cosas para “mantener la paz”.
¿El resultado? Acumulas tanto resentimiento que, tarde o temprano, acaba saliendo por el sitio más inesperado.
Imagina que tu pareja hace un comentario que te molesta. No dices nada en ese momento. Al día siguiente, algo más te sienta mal, pero tampoco lo mencionas. Pasan los días y vas acumulando pequeñas cosas… hasta que un día explotas porque dejó la toalla mojada en la cama.
¿Realmente era la toalla el problema? No. Pero todo lo que habías callado se convierte en una bomba que estalla por un detalle mínimo.
Por otro lado, están quienes reaccionan al primer desacuerdo como si fuera una batalla. Si algo les molesta, suben el tono, exigen cambios inmediatos y atacan para hacerse oír.
Ninguna de estas posturas soluciona nada.
Ni callarte lo que te duele, ni entrar en combate directo. El punto medio está en aprender a comunicar lo que sientes antes de que se convierta en un problema gigante.
2. Reconoce tus patrones: ¿Por qué discutes como discutes?
Antes de aprender a manejar mejor los conflictos, necesitas entender cómo sueles reaccionar.
¿Atacas cuando algo te duele?
¿Te callas para no empeorar las cosas?
Ambas reacciones suelen venir del miedo.
Si atacas, es posible que detrás haya miedo a no ser escuchada o a sentirte vulnerable.
Si huyes o callas, tal vez lo que temes es que, si hablas, la relación se deteriore o te rechacen.
Muchas veces, estos patrones vienen de lejos. Puede que los aprendieras en casa, viendo cómo tus padres discutían, o puede que estén relacionados con experiencias pasadas en las que no te sentiste segura expresando lo que sentías.
Si no reconoces estos patrones, es muy fácil repetirlos una y otra vez.
Tómate un momento para pensar:
¿Qué sueles hacer cuando algo te molesta? ¿Lo dices al momento, lo dejas pasar hasta que explotas o te aíslas en silencio?
¿De qué tienes miedo realmente? ¿A que no te entiendan, a hacer daño o a que la relación se rompa?
Cuando empiezas a identificar estos patrones, puedes cambiarlos poco a poco. Porque reaccionar desde el miedo solo crea más distancia.

3. Deja de atacar a la persona y céntrate en el problema
Cuando discutimos desde la emoción, es fácil que terminemos atacando a la persona en lugar de hablar del problema real.
"¡Eres un desastre, nunca haces nada bien!"
"¡Siempre lo arruinas todo!"
"¡Nunca me escuchas!"
Cada vez que usas frases como estas, la otra persona se pone a la defensiva. En lugar de buscar una solución, el conflicto se convierte en una pelea para ver quién tiene razón.
La clave está en separar la conducta de la persona.
En lugar de "¡Nunca llegas a tiempo, eres un impuntual!", prueba con "Cuando no llegas a la hora acordada, me siento poco valorada."
El cambio es enorme.
Criticar una conducta abre la posibilidad de diálogo.
Criticar a la persona genera bloqueo y distancia.
4. Escucha para entender, no para responder
¿Cuántas veces, mientras alguien te habla, ya estás pensando en tu respuesta?
No escuchas para entender lo que te están diciendo. Escuchas para defenderte.
Tu mente ya está preparando el contraataque.
Estás esperando tu turno para hablar.
No te detienes a intentar comprender lo que la otra persona siente.
Escuchar realmente es una de las cosas más difíciles y más poderosas que puedes hacer en una discusión.
No se trata de estar de acuerdo. Se trata de que la otra persona sienta que la estás escuchando.
Cuando alguien siente que lo escuchas, el tono cambia. El ambiente se relaja. Y la conversación deja de ser una guerra.
En tu próxima conversación, intenta no interrumpir hasta que la otra persona termine. Y antes de responder, pregunta algo como: “¿Lo que me estás diciendo es que te molesta X?” Verás cómo cambia el clima cuando el otro siente que le escuchas de verdad.
5. La clave para no destruir la relación
Discutir no rompe una relación. Lo que la rompe es la falta de comunicación, el silencio acumulado y los reproches no resueltos.
No se trata de evitar el conflicto a toda costa. Se trata de aprender a manejarlo sin hacer daño.
Di lo que necesitas de forma clara, pero sin atacar.
Escucha sin asumir que ya sabes lo que la otra persona va a decir.
Deja espacio para las pausas y las conversaciones difíciles.
Porque, seamos realistas: una relación sin discusiones no es una relación sana. Es una relación llena de silencios incómodos, de cosas no dichas, de resentimiento escondido.
Pero una relación donde las discusiones se manejan con respeto se vuelve más fuerte, más honesta y más auténtica.
¿Te cuesta manejar los conflictos en pareja o con personas cercanas?
Si sientes que repites siempre el mismo patrón y no sabes cómo romperlo, agenda una sesión con nuestro equipo. AQUÍ
Vamos a ayudarte a cambiar la forma en que te comunicas para que los conflictos dejen de ser una guerra y se conviertan en oportunidades para crecer juntos. ¿Te parece? 💙
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