Si no sabes estar solo/a, estás condenado/a al sufrimiento
- Aroa Granados Madrid
- 15 abr
- 4 Min. de lectura
María llevaba diez años con su mujer. Diez años de rutinas compartidas, domingos de sofá y pelis, cenas con amigos en común, viajes donde siempre eran dos. Cuando su relación se rompió, no solo perdió a su pareja. Sintió que perdía su identidad. Su brújula. Su hogar.
Las primeras semanas fueron un torbellino: de recuerdos, de vacío, de preguntas sin respuesta. Pero lo que más le dolía no era la ruptura en sí, sino darse cuenta de que no sabía estar sola. Que llevaba tanto tiempo viviendo con y para otra persona, que se había olvidado de cómo era caminar sin muletas.
Y por eso vino a terapia. Porque quería aprender a vivir con ella misma. No desde la resignación, sino desde la elección. Desde el amor propio. Desde la libertad. Esto es lo que empezamos a trabajar juntas. Y es lo que quiero contarte hoy. Porque si tú también sientes que sin alguien al lado estás incompleto/a, esto te va a ayudar.

1. Aprender que estar solo no significa ser una paria de la sociedad
A María le aterraba la idea de ir sola al cine. O a un restaurante. Sentía que la iban a mirar raro. Que estar sola en esos espacios era como llevar un cartel que dijera “no tengo a nadie”. Pero era solo una creencia. Una que había mamado desde pequeña, como tantos de nosotros.
La primera vez que fue sola al museo, sintió un nudo en el estómago. Miraba a las parejas de al lado y pensaba: "Seguro que piensan que estoy aquí porque no tengo con quién venir". Pero no se fue. Se quedó. Escuchó el silencio. Vio los cuadros sin tener que fingir que le gustaban. Y salió con una sonrisa que hacía años que no tenía.
Porque estar sola no es estar desatendida. Es dejar de esperar que otro te atienda. Es darte atención. Es escucharte, por fin.
2. Identificar si lo que te duele es la soledad... o el vacío
En las sesiones, María no paraba de repetir: "Es que no sé estar sola". Pero pronto descubrimos que su miedo no era a estar sin gente. Era a estar con ella. Con sus pensamientos. Con su crítico interno. Con el silencio que había llenado durante años con ruido externo.
Le pedí que anotara lo que pensaba y sentía cada vez que se quedaba sola en casa, sin planes. Y lo que salió no fue soledad, sino abandono. Vación. Un montón de creencias como "sin pareja no valgo", "si estoy sola, es porque algo en mí falla", "no soy suficiente".
Y ahí estaba el problema. No en la soledad. Sino en lo que creía que significaba.
Estar sola no duele si te gusta tu propia compañía. Pero si tu diálogo interno es cruel, entonces claro que quieres huir. El trabajo empieza por transformar esa relación contigo. ¡Y se puede!

3. Romper las normas sociales estúpidas (y disfrutar de verdad)
A María le costó mucho enfrentarse a esa vocecita que decía: "Eso no se hace sola". Pero decidimos que la mejor manera de desafiarla era... haciéndolo.
Así que empezó a tener citas con ella misma. Primero fue al cine. Luego a un restaurante que le encantaba. Al principio llevaba libro o el móvil para sentirse "acompañada". Luego aprendió a mirar, a saborear, a estar.
Y un día me dijo: "Me he dado cuenta de que me caigo bien".
Eso es estar sola sin sentirse sola. No desde el "no me queda otra", sino desde el "me elijo". Desde el "mi compañía es suficiente". No porque renuncies al amor o a la conexión. Sino porque ya no las necesitas para sentirte completa. Solo para compartir.
4. Construir una relación contigo misma (como si fueras alguien a quien quieres de verdad)
María se había pasado la vida cuidando a su pareja. Ahora le tocaba cuidarse a ella. Y eso no es solo hacerse una mascarilla o irse de viaje. Es hablarse con respeto. Es dejar de castigarse por tener días malos. Es validarse. Es acompañarse.
Empezó a escribir cada noche cómo se había sentido. A reconocer sus pequeños logros. A perdonarse cuando no podía con todo. A sostenerse como lo haría con una amiga.
Porque si no sabes estar contigo, buscarás a alguien para que llene tu vacío. Y eso no es amor. Es dependencia. Pero si aprendes a sostenerte, entonces cuando llegue alguien, será por elección, no por necesidad. Y eso es libertad.
5. Redefinir el éxito emocional: no necesitar, sino elegir
Al final del proceso, María ya no venía a consulta para hablar de su ex. Venía a contarme cómo había ido al teatro sola. Cómo había dicho no a un plan que no le apetecía. Cómo había tenido un bajón y, en lugar de huir, se había abrazado.
Había entendido que estar sola no es una carencia. Es una etapa. Un lugar. Un espacio que, si lo habitas bien, te transforma.
Y eso no significa que haya renunciado a compartir la vida con alguien. Significa que ya no necesita hacerlo para sentirse viva.
Conclusión: Si no sabes estar solo/a, el mundo se convierte en una carrera de fondo por no quedarte atrás.
Pero si aprendes a estar contigo, todo cambia. Porque dejas de buscar fuera lo que ya puedes darte.
María no es una heroína. Es solo una mujer que decidió conocerse cuando la vida la dejó sin muletas. Y descubrió que tenía piernas para caminar. Y alas, incluso.
Si tú también quieres dejar de temer la soledad y empezar a habitarla desde el amor, podemos ayudarte.
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Porque estar solo/a no es estar vacío/a. Es estar completo/a contigo.
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